lunes, 29 de junio de 2009

Vía D' en Guillem, al Tossal de la feixa.








El punto de partida ha sido Sant Boi, a las siete de la mañana. primero habíamos planeado salir la tarde anterior, pero al final no ha sido así, ha habido cambio de planes. Hemos ido Joan, Joaquim y yo, en el coche de Joaquim. Almuerzo en Coll de Nargó y aproximación larguita, de una hora, bien, bien.

La vía es, como dice el propio Guillem, "para cuando seamos viejos". Quien sea enemigo de las paraboladas y amante de la escalada comprometida, de estilo tradicional, no va a encontrar en ella más que una aberración. Es, además de por el abundante equipamiento, porque este consiste en paraboles amarillos, al lado de buenas fisuras y sólidos arbustos, cosa que va en contra de la ética establecida para la escalada clásica, que dice que las expansiones se colocan cuando no hay otra pósibilidad. No es así en la escalada deportiva, en donde es habitual y normal encontrar expansiones junto a fisuras.
Las cuestiones éticas y morales son siempre subjetivas por completo. Podemos verla como una vía deportiva de largo recorrido. El caso es que yo, estando como estoy, bastante desvinculado de cualquier ética o moral (excepto en cosas como matar personas, maltratar animales, robar y otras en las que el resultado de la acción es de efectos enormemente trascendentales), me lo he pasado muy bien haciédola y, probablemente vuelva algún día a repetirla.
Cierto es que no es una vía de esas que te dejan una gran sensación y que son perlas en el palmarés, desde luego que no, pero resulta divertida y relajada. La dificultad es a la carta, dependiendo de cuantos paraboles utilices sólo como seguro y cuantos para ayudarte a progresar. Dice la reseña que la dificultad máxima obligada es de quinto, pero me parece a mi que no llega a tanto la obligación. Bueno, quizá algún pasito, no se, pero más bien no, por lo que recuerdo.
Lo que desde luego no es es fotogénica, porque los árboles son tan abundantes que casi siempre hay alguno que tapa.
La tirada que me ha gustado más es la tercera, hasta que empieza el artificial. Es un libre, graduado de cuarto superior, divertidísimo, una escalada atlética, con presas de escándalo.
La cresta cimera es preciosa, con unas vistas formidables y los buitres merodeando, aunque con tanto parabolt, van a comer poca carroña de escalador, los pobres.
El descenso es un poco de machaque. Se hace largo, pero realmente es bonito si te gusta andar por la montaña, muy bonito.

Hemos vuelto a estar en Sant Boi a las diez de la noche, después de un buen bocadillo, de sobras merecido, acompañado de una buena jarra.

En fin, un día completo. Caluroso, pero eso no me molesta mucho, más bien al contrario, amo el calor (siempre que no me quede sin agua). Otro día de estos, o de los otros, iré a hacer la vía Avatar, que me han dicho que es más dificil, pero con la misma profusión de chapas. Queda pendiente.

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jueves, 25 de junio de 2009

Deportiva sanjuanera



Ayer, día de San Juan, me agregué al grupo compuesto por Lluis, Ángel y Lourdes, que habían quedado a las diez, en el bar Anna, para ir a hacer deportiva. La hora era la prudente, tras una noche prevista como de excesos. Excesos que yo, poco seguidor de tradiciones, no cometí. Me emborracho cuando me da la gana, no cuando lo manda el calendario comercial.
Pero el caso que me ocupa es que fuimos a un boño que, según he averiguado después, se llama "Agulla dels cartutxos".

Lluis abre un quinto superior y, a continuación un seis a, dejando los dos montados. Los demás los hacemos en top rope. El quinto superior lo saco, aunque con un saque, dos descansos, y un recolocamiento pillado de la cinta.
En el seis a me agarro de tres o cuatro cintas.
Finalmente, Lluis monta un top rope en un seis be, con un flanqueo de reunión a reunión. Solo lo hacen él y Ángel. Lourdes y yo, con el seis a, ya hemos quedado servidos y, además, ya es la hora de volver a meterse en la tasca, a libar, que eso se nos da bien a todos, y aquí se acaba la historia del día de San Juan.

MORALEJA: si no te sale un seis a, ¿para que coño vas a probar un seis be?

Salud y alegría, hermanos.

domingo, 21 de junio de 2009

Ópera prima







Ópera prima al Gorro Frigi. Hay que pedirle a Guillem Arias que abra más vías, que ya las hemos hecho todas. La Ópera Prima magnífica, de esas que nos gustan a los veteranos, con dificultad y buenos paraboles, aptos para colgar de ellos pianos, furgonetas, familias enteras...

Hemos sido la cordada magnífica, compuesta por Joan, Fernándo y un seguro servidor. Pim pam, ahora tú, ahora yo, aqui me agarro, aquí no y mira, ya estamos en la cruz de encima del Gorro. Allí he conocido a un excorredor ciclista y, como siempre que nos encontramos los ciclistas, nos ponemos a hablar y recordar historias sobre dos ruedas.

Joan ya había hecho esta vía cinco o seis veces, que como lleva treinta años seguidos escalando, ha hecho muchas. Los demás éramos primerizos.
La vía en cuestión, una gozada. La roca es magnífica, claro, es la del Gorro y el equipamiento el de Guillem Arias, para que voy a contar más. La dificultad máxima es, según las crónicas, seis a durillo, la obligada, quizá quinto.
Quien se maneje en el quinto bien asegurado, no se la puede perder. No tiene desperdicio.


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lunes, 15 de junio de 2009

La Rataplán






Este domingo me he unido a Toni y Javiesca, que iban a la Rataplán. Habían intentado hacerla en varias ocasiones, y habían desistido ante la caravana de cordadas que encontraron. Esta vez ha sido diferente. Eramos los únicos, cosa extraña.
Cuando estaba en la primera reunión, me han saludado Joan y Joaquim, que bajaban del Gorro Mariner.

La Rataplán es una vía siempre agradable, con pasos finitos en la primera y cantos que te puedes sentasr en la última, muy disfrutona y ultraasegurada, para retozar por la piedra sin ninguna preocupación.

Al pie del rapel hemos visto algo curioso: un corro de muchachas sentadas sobre una especie de mantel, en actitud impasible, con los ojos cerrados y emitiendo un zumbido gutural, al unísono. Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, así constantemente, sin moverse, sin hacer caso de nada, como en trance. Así las encontramos y así se quedaron. Debían de estar meditando muy profundamente.

lunes, 8 de junio de 2009

La Pirenaica de La Momia









Cuatro veteranos y una moza nos hemos encaminado a una vía muy clásica, de una aguja muy clásica: la Pirenaica de La Momia.
Había una circunstancia especial, muy significativa, sobre todo para Joan, que casi treinta años atrás, había caído, precisamente en esa vía, desde la tercera reunión hasta el suelo, unos setenta metros, salvando la vida, milagrosamente, gracias que el impacto fue amortiguado por un árbol. Sufrió fracturas y heridas, pero no de mucha gravedad, y demostró ante la ciencia que, si no es tu hora, puedes hacer cualquier cosa y sobrevivir. Desde aquel día, Joan no había vuelto a aquella pared y, durante la aproximación, no dejaba de notar un cosquilleo en las entrañas.

Decidimos organizarnos en dos cordadas. Primero una de tres, con las posiciones fijas. Abirendo camino Lluis, que si no va de primero va a disgusto y, con lo bien que escala, no parece mala idea dejarle hacer. Tras el Lourdes, yo el últumimo. A continuación Joan y Joaquim, habituales compañeros de fatigas, se irían turnando en las tiradas.

Joaquim sale de una lesión en la planta del pie, de la que no está completamente recuperado y lleva mes y pico sin escalar.

El primer largo es pequeño pero matón. Un flanqueo bastante complicadillo y que te pilla en frío. Está como de cuarto superior (ejem...), pero, para mí, es lo más difícil de toda la vía. Joaquim lo pasa sorprendentemente bien, es un fenómeno.

El segundo empieza con un extraplomo muy pronunciado que, en libre, dicen que es siete a y, con los estribos, a dos e. Lourdes tiene problemas técnicos con los pedales, pero los soluciona a base de condición física y facilidad innata para la escalada en libre. No es que haya sacado el siete a pero, en cuanto la cosa afloja un poco, ya se se está superando más con la pared que con los estribos. Se continúa por una fisura discontinua, con equipamiento variado, como el resto de la vía. Buriles y clavos viejos, salpicados con parabolts intercalados. Puede hacerse todo en artificial, poniendo alguna pieza, o hacer las salidas en libre que a cada uno le pida el cuerpo.
La segunda reunión, equipada con paranbolts, como todas las demás, es especialmente aérea.
Joaquim tiene problemas. Consecuencia de su lesión, sufre mucho en el artificial y, desde el principio de la tirada, ve claro que debe abandonar. El problema es que el trazado no es vertical y Joan no ve claro como recuperar el material. Finalmente, Joaquim llega hasta la reunión, en una lenta progresión impregnada de sufrimiento, que se refleja en su cara. Lluis y Lourdes hacía mucho tiempo que estaban en la tercera, pero yo, como es natural, no abandone la segunda hasta que el problema no estuvo zanjado y los dos de la segunda cordada en el suelo. Le ofrecí a Joan cambiar el puesto conmigo, repetidamente, sabía que aquella escalada era especial para el, un reencuentro con los viejos demonios, pero no quiso aceptar.
Un día que había empezado caluroso, estaba cambiando radicalmente. El cielo se había cubierto, empezaba a soplar el viento y hacía frío. Los compañeros, que ya están abajo, me pasan una mochila con ropa de abrigo y agua. Esábamos tiritando y creo que, de no haber sido así, habríamos abandonado todos.
Por fin continuo con la escalada. Continúa la misma tónica: artificial con posibiliades de salir en libre y, al final, la fisura, cada vez más continua, se transforma en diedro con hierbajos y el libre es obligado. Parece ser que es quinto. Los compañeros están muertos de frío en la reunión y voy muy cargado, así es que aprovecho todo lo que encuetro en mi camino, incluido un estribo, para agarrarme y progresar lo más deprisa que puedo. Al cabo se terminan las ayudas y sigo en libre, pero la dificultad ya ha decrecido.
La tercera reunión, desde la que cayó Joan. ¡Increible! ¡Que hostión! Parece imposible que alguien pueda sobrevivir a una caída así. Soy ateo de gran fe, pero seguro que La Moreneta tuvo algo que ver, no pudo ser de otra manera.

Sale Lluis por un diedro extraplomado, con roca que inspira poca confianza. Va entumecido por el frío y la incomodidad de horas en una reunión colgada. Acaba de chapar el primer seguro, un parabolt, y resbala. Recupero cuerda rápidamente para reducir la caida, pero se ha quedado colgando de una mano. Por poco si lo acabo de tirar yo, con el tirón de cuerda. Demostración de sangre fría, muy propia de él, y continúa escalando, con una sonrisa. Eso está graduado de quinto superior.
Sigo escalando cargado de cacharros, cámara, mochila... Se me ocurre pensar que parecemos una cordada alpina antigua: El guía, el cliente y el porteador. No me importa ceder a Lourdes la situación más cómoda. Otro día será al revés.
El extraplomo en cuestión, lo supero con dos a ceros como dos masías. y luego ya sigo en libre, por diedro, me parece que de quinto, no lo recuerdo mucho, y alcanzo una reunión sobre repisa, lugar dónde confluimos con la Haus - Estrems.

De aquí se continua por una chimenea de no mucha dificultad y un solo seguro. En algunas reseñas pone que es cuarto y, en otras, que es cuarto superior. Me ofrezco a hacerla de primero, por echar una mano, más que nada, pero veo que para Lluis sería un sacrificio y no una ayuda, que no necesita, así es que no insisto.
Cuando llega mi turno, subo por allí, remolcando la mochila con la deisi y llego a un lugar de gran ambiente y belleza. A continuación de la chimenea, hay una bavaresa fácil y muy estética, por una laja que es el remate del hombro de la momia y que nos lleva a la última reunión, en una repisa estrechita, con un ambiente grandioso y, en este caso, un viento que, aunque no llegaba a ser tan fuerte como para tirar a un escalador, si que sobrecogía. Yo ya había estado allí antes, cuando hice la Haus - Estrems, hace mucho, mucho... Estar en sitios así es un privilegio que diferencia al escalador del resto de los humanos, privilegio del cual, los compañeros, forman parte muy importante.

El último largo, fácil pero grandioso. Cuarto y tercero, por una inmensa placa que podría ser perdedora. No encontramos ningún seguro instalado. Lluis, escalando con precaución y viento, aprovecha un merlet y coloca un friend y un tascón.

No nos oímos, pero se lo que hace Lluis y lo que debo de hacer yo. Se que está recuperando las cuerdas a través del reverso, se que cuando se acabe, hemos de salir. Son ventajas de conocer al compañero y tener absoluta confianza en él.
Pronto nos reunimos en la cima. Estamos muy contentos. Apretones de mano, miradas sonrientes, fotografías... Llegar hasta aquí nos ha costado más tiempo y esfuerzo de lo previsto, a causa de los contratiempos, y eso le da mayor valor al desenlace.

Después de desgrimpar un tramo, con ayuda de un gran cable de acero, y un rápel de cincuenta y cinco metros, encontramos a Joan, que ha observado la escalada desde Sant Benet y viene a nuestro encuentro.
En Sant Benet nos espera Joaquim. Bebemos cerveza, repartimos el material y nos vamos escaleras abajo, con la satisfacción de haber hecho una vía prciosa, que nos ha sabido a gran ascensión.

Más fotos y otra piada en el blog de LLuis

miércoles, 3 de junio de 2009

El día más feliz

Mi vida ciclista ha tenido pocos éxitos y he sido, a veces regular, a veces malo del todo. Sin embargo, cuento con algunos momentos de pequeña gloria en mi palmarés. La gran mayoría de los corredores, muchos de ellos mejores que yo, nunca han ganado nada, la mayoría nunca ha hecho un puesto de podium. En ese sentido puedo considerarme un privilegiado, ya que, a pesar de haber corrido con más pena que gloria, he tenido momentos de éxito. Momentos en los que alguna ley cósmica misteriosa me ha dado las fuerzas y la inteligencia para conseguir algún que otro pequeño éxito. Claro que el verdadero y gran éxito ha sido el poder participar y disfrutar el ciclismo.
En una ocasión mi mujer me regaló una muy buena bicicleta por mi cumpleaños. El cuadro era de última generación, el mismo que llevaba Indurain. Encargó el montaje de la bicicleta en secreto, sonsacándome con disimulo, datos como la talla, medida de bielas, de potencia, etc. y pactó que me la entregasen justo el día de mi cumpleaños, día que me llevó hasta la tienda con excusas y allí me montaron una broma. Finalmente me dieron la flamante bicicleta y Celestino Prieto, dueño de la tienda y excorredor profesional de renombre, en un momento en el que estábamos solos me dijo: "tú si que has triumfado, con esa mujer".

He empezado a hablar de éxitos y días felices y una cosa me ha llevado a la otra, pero lo que en realidad quiero narrar ahora es el día más feliz de mi vida ciclista, quizá el mas feliz de mi vida en general. No es el día que gané como los campeones, ni el que gané como los zorros. Esos fueron días muy felices, días en los que crucé la meta levantando los brazos, cosa que es lo máximo en el ciclismo, y mucho más para un corredor mediocre, como yo, pero el día más feliz fue el que, por primera vez, conseguí llegar en el pelotón. Pensaba contarlo ahora pero, como ya me he extendido mucho, lo contaré en la próxima entrega de "El olor del pelotón".