





Cuatro veteranos y una moza nos hemos encaminado a una vía muy clásica, de una aguja muy clásica: la Pirenaica de La Momia.
Había una circunstancia especial, muy significativa, sobre todo para Joan, que casi treinta años atrás, había caído, precisamente en esa vía, desde la tercera reunión hasta el suelo, unos setenta metros, salvando la vida, milagrosamente, gracias que el impacto fue amortiguado por un árbol. Sufrió fracturas y heridas, pero no de mucha gravedad, y demostró ante la ciencia que, si no es tu hora, puedes hacer cualquier cosa y sobrevivir. Desde aquel día, Joan no había vuelto a aquella pared y, durante la aproximación, no dejaba de notar un cosquilleo en las entrañas.
Decidimos organizarnos en dos cordadas. Primero una de tres, con las posiciones fijas. Abirendo camino Lluis, que si no va de primero va a disgusto y, con lo bien que escala, no parece mala idea dejarle hacer. Tras el Lourdes, yo el últumimo. A continuación Joan y Joaquim, habituales compañeros de fatigas, se irían turnando en las tiradas.
Joaquim sale de una lesión en la planta del pie, de la que no está completamente recuperado y lleva mes y pico sin escalar.
El primer largo es pequeño pero matón. Un flanqueo bastante complicadillo y que te pilla en frío. Está como de cuarto superior (ejem...), pero, para mí, es lo más difícil de toda la vía. Joaquim lo pasa sorprendentemente bien, es un fenómeno.
El segundo empieza con un extraplomo muy pronunciado que, en libre, dicen que es siete a y, con los estribos, a dos e. Lourdes tiene problemas técnicos con los pedales, pero los soluciona a base de condición física y facilidad innata para la escalada en libre. No es que haya sacado el siete a pero, en cuanto la cosa afloja un poco, ya se se está superando más con la pared que con los estribos. Se continúa por una fisura discontinua, con equipamiento variado, como el resto de la vía. Buriles y clavos viejos, salpicados con parabolts intercalados. Puede hacerse todo en artificial, poniendo alguna pieza, o hacer las salidas en libre que a cada uno le pida el cuerpo.
La segunda reunión, equipada con paranbolts, como todas las demás, es especialmente aérea.
Joaquim tiene problemas. Consecuencia de su lesión, sufre mucho en el artificial y, desde el principio de la tirada, ve claro que debe abandonar. El problema es que el trazado no es vertical y Joan no ve claro como recuperar el material. Finalmente, Joaquim llega hasta la reunión, en una lenta progresión impregnada de sufrimiento, que se refleja en su cara. Lluis y Lourdes hacía mucho tiempo que estaban en la tercera, pero yo, como es natural, no abandone la segunda hasta que el problema no estuvo zanjado y los dos de la segunda cordada en el suelo. Le ofrecí a Joan cambiar el puesto conmigo, repetidamente, sabía que aquella escalada era especial para el, un reencuentro con los viejos demonios, pero no quiso aceptar.
Un día que había empezado caluroso, estaba cambiando radicalmente. El cielo se había cubierto, empezaba a soplar el viento y hacía frío. Los compañeros, que ya están abajo, me pasan una mochila con ropa de abrigo y agua. Esábamos tiritando y creo que, de no haber sido así, habríamos abandonado todos.
Por fin continuo con la escalada. Continúa la misma tónica: artificial con posibiliades de salir en libre y, al final, la fisura, cada vez más continua, se transforma en diedro con hierbajos y el libre es obligado. Parece ser que es quinto. Los compañeros están muertos de frío en la reunión y voy muy cargado, así es que aprovecho todo lo que encuetro en mi camino, incluido un estribo, para agarrarme y progresar lo más deprisa que puedo. Al cabo se terminan las ayudas y sigo en libre, pero la dificultad ya ha decrecido.
La tercera reunión, desde la que cayó Joan. ¡Increible! ¡Que hostión! Parece imposible que alguien pueda sobrevivir a una caída así. Soy ateo de gran fe, pero seguro que La Moreneta tuvo algo que ver, no pudo ser de otra manera.
Sale Lluis por un diedro extraplomado, con roca que inspira poca confianza. Va entumecido por el frío y la incomodidad de horas en una reunión colgada. Acaba de chapar el primer seguro, un parabolt, y resbala. Recupero cuerda rápidamente para reducir la caida, pero se ha quedado colgando de una mano. Por poco si lo acabo de tirar yo, con el tirón de cuerda. Demostración de sangre fría, muy propia de él, y continúa escalando, con una sonrisa. Eso está graduado de quinto superior.
Sigo escalando cargado de cacharros, cámara, mochila... Se me ocurre pensar que parecemos una cordada alpina antigua: El guía, el cliente y el porteador. No me importa ceder a Lourdes la situación más cómoda. Otro día será al revés.
El extraplomo en cuestión, lo supero con dos a ceros como dos masías. y luego ya sigo en libre, por diedro, me parece que de quinto, no lo recuerdo mucho, y alcanzo una reunión sobre repisa, lugar dónde confluimos con la Haus - Estrems.
De aquí se continua por una chimenea de no mucha dificultad y un solo seguro. En algunas reseñas pone que es cuarto y, en otras, que es cuarto superior. Me ofrezco a hacerla de primero, por echar una mano, más que nada, pero veo que para Lluis sería un sacrificio y no una ayuda, que no necesita, así es que no insisto.
Cuando llega mi turno, subo por allí, remolcando la mochila con la deisi y llego a un lugar de gran ambiente y belleza. A continuación de la chimenea, hay una bavaresa fácil y muy estética, por una laja que es el remate del hombro de la momia y que nos lleva a la última reunión, en una repisa estrechita, con un ambiente grandioso y, en este caso, un viento que, aunque no llegaba a ser tan fuerte como para tirar a un escalador, si que sobrecogía. Yo ya había estado allí antes, cuando hice la Haus - Estrems, hace mucho, mucho... Estar en sitios así es un privilegio que diferencia al escalador del resto de los humanos, privilegio del cual, los compañeros, forman parte muy importante.
El último largo, fácil pero grandioso. Cuarto y tercero, por una inmensa placa que podría ser perdedora. No encontramos ningún seguro instalado. Lluis, escalando con precaución y viento, aprovecha un merlet y coloca un friend y un tascón.
No nos oímos, pero se lo que hace Lluis y lo que debo de hacer yo. Se que está recuperando las cuerdas a través del reverso, se que cuando se acabe, hemos de salir. Son ventajas de conocer al compañero y tener absoluta confianza en él.
Pronto nos reunimos en la cima. Estamos muy contentos. Apretones de mano, miradas sonrientes, fotografías... Llegar hasta aquí nos ha costado más tiempo y esfuerzo de lo previsto, a causa de los contratiempos, y eso le da mayor valor al desenlace.
Después de desgrimpar un tramo, con ayuda de un gran cable de acero, y un rápel de cincuenta y cinco metros, encontramos a Joan, que ha observado la escalada desde Sant Benet y viene a nuestro encuentro.
En Sant Benet nos espera Joaquim. Bebemos cerveza, repartimos el material y nos vamos escaleras abajo, con la satisfacción de haber hecho una vía prciosa, que nos ha sabido a gran ascensión.
Más fotos y otra piada en
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