Este domingo me he unido a una cordada amiga. La formada por Lluis y Ángel. Escalar con Lluis es escalar con guía. El asume, de forma permanente, la posición de cabeza de cordada, y no le gusta que sea de otra forma, aunque en ocasiones hace alguna excepción. Esa situación me permite recorrer vías que, de otra forma, serían inasequibles para mí. Esta vez ha sido una de esas ocasiones.
El Diedro Farreny, en Vilanova de Maiá, a la vista de la reseña, parece una vía asequible. Lo es para la gente que escala bien, pero cuidado los que vamos justitos de grado. Se trata de una escalada que, no siendo de extrema dificultad, resulta bastante exigente, tanto técnica como físicamente. Ademas, ojito con el grado, que es estilo Sant Benet. Está algo equipada, pero solo algo. Hay que currárselo. Tenía y sigo teniendo ganas de hacer vías que no sean ir de chapa a chapa y esta es una de ellas. Claro que, en este caso, el que se la ha currado es Lluis. Yo solo me he arrastrado por allí, detrás de él.
La primera reunión aconsejan no hacerla, pero nosotros la hemos hecho y no nos ha ido mal.
El primer largo no es difícil, pero es muy descompuesto y da bastante yuyu.
La segunda empieza con un paso en desplome, sin nada para los pies, que es el que más me ha costado de la vía (en la reseña, cuarto superior, je je). luego ya es menos difícil, pero sin ser fácil.
El tercero, en contra de lo que se refleja en la reseña, es para mí, el más duro de la vía. Tiene una medio bavaresa, un empotramiento de pie y brazo, una chimenea herbosa...
La cuarta (tercera oficial, o sea, si no se hace la primera reunión), es la considerada más difícil. Es larga (unos cincuenta metros) y exigente. Además, ya se lleva el cansancio de antes. Seguro que la la percepción de alguien que esté fuerte es muy distinta de la mía. A mí me ha faltado fuerza de brazos, no para esa tirada en concreto, que también, sino para la vía en general. A consecuencia de la reciente fractura e inmobilización del brazo, he perdido mucha fuerza y, lo más raro, es que la he perdido en los dos brazos, no entiendo por qué. El caso es que, en el último, o penúltimo, paso duro de la vía, la pila se ha terminado por completo y fiuuuu, a volar dos o tres metrillos, con el chicle de la cuerda y tal. No pasa nada, lo malo es que ahora tengo que volver a subir por dónde antes me había costado y con la pájara desencadenada. Lo intento y otra vez me caigo. Bueno, pues habrá que subir como sea. Supero el tramo problemático jumando con el shunt y un prusik y alcanzo terreno más fácil, en el que puedo progresar sobre los pies (el problema es en los brazos). Por fin pillo una chimenea, me cuelgo la mochila debajo y voy reptando por allí, hasta una reunión en un gran árbol seco que cualquier día se va abajo. Es muy gordo, pero está muy seco y, cuando te subes a el, para salir de la reunión, de das cuenta de lo que hay. Los colegas habían colocado un par de friends, para reforzar. Veo que la mochila se ha abierto y, mas tarde me daría cuenta de que he perdido la cámara fotográfica. Por si faltaba algo, a Ángel se le cae el shunt. De allí se sale ya por terreno fácil y se llega a una reunión de dos paraboles. a los diez metros o así, a la que me parece que llegarían las cuerdas. Junto a todas la reuniones hay otra reunión con paraboles, pero les han quita do las chapas, igual que a alguno que hay en los largos. Esos dos, como algún otro, la conservan. Para salir de aquí hay un paso atlético que no parece muy difícil, pero me es imposible superarme de brazos, así es que improviso un estribo, con la deisi, y para arriba, que se está haciendo tarde. Después de un tramo facilito, pero descompuesto, salgo por una rampa de tierra y estoy arriba.
Bajando se hace de noche y no tenemos muy claro el camino, pero con paciencia y frontales, conseguimos llegar al coche, sin hostiarnos por aquellos barrancos y canales.
Una cosa que me ha molado ha sido encontrarme con El Málaga, en el bar, a quién hacía más de treinta años que no veía. Aunque nunca me he encordado con él, aparece en los entrañables recuerdos de juventud. Me ha gustado charlar con él. Me ha hablado de una vía que ha abierto últimamente, en la Pared Bucólica, llamada Anís del Mono. También estaba Pepe Guerrero, con quién si escalé de joven. En cierta ocasión, en la pared de Patriarcas, compartimos, junto con El Patito, una aventura de esas que no se olvidan, con vivac agónico incluído.
La conclusió de la jornada es que tengo que fortalecer los brazos y pienso hacerlo.
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