lunes, 30 de noviembre de 2009

La Pique Longue de La Granota


La previsión era de lluvia para el domingo, y de buen tiempo el sábado. Como yo no podía salir el sábado, por compromiso familiar, le aconsejé a Fernándo que escalase con otro compañero. Fernándo siguió el consejo y convenció a Joan y Joaquim de que saliesen el sábado, en lugar del domingo, como tenían previsto, y así lo hicieron, pero sin la compañía de Fernándo, que se vió obligado a dedicar la jornada al desarrollo una fortísima discusión con su parienta, de esas que fácilmente terminan en separación y, en algunos casos, en crimen. Así es que, finalmente, estabamos Fernándo y yo, el domingo, bajo unas espesas nubes bajas que tenían pinta de empezar a soltar en cualquier momento, al pie de La Granota, localizando las chapas verdes de la vía Pique Longue.

Como suele hacer la mayoría, según tengo entendido, empezamos a partir del camino que va al mirador de Fra Gari, sin escalar los dos primeros largos, que consisten en la superación de un zócalo, en la base de la aguja.

Empieza Fernándo. Nos habían dicho que esa tirada es la más difícil. Es cierto.
El colega va superando los metros con relativa facilidad y, a los casi treinta, se encuentra con dos chapas juntas y entiende que está en la reunión, monta y recupera la cuerda que quedaba. Me dispongo a subir y entonces se da cuenta de que la verdadera reunión esta unos pocos metros más arriba. Decidimos que lo mejor es que llegue hasta ella. Cambia de reunión a través de unos pasos finos y, ahora sí, empiezo a subir. En seguida me doy cuenta de que estoy poco inspirado y me muevo con mayor torpeza de la que es habitual, pero bueno, voy haciendo. La dificultad es de quinto, más o menos mantenido y muy bien asegurado, como es la tónica general toda de la vía. Llego a la reunión y, despues de un breve respiro, continúo. Ahora la dificultad decrece y se mantiene entre el cuarto y el cuarto superior. Llego a una reunión a los veinte metros. El plan acordado es que la haría o me la saltaría, según lo viese. Decido continuar. Voy por una placa contigua a un diedro, en cuyo casi final hay un gran árbol. Llego hasta el árbol y continúo. Esta tirada la marca de quinto pero, salvo un paso al principio, que se puede escaquear, es menos, pongamos cuarto superior. Llegando al final del diedro, la placa se vuelve fácil pero descompuesta. La vía bordea una zona en la que se cae todo, buscando terreno más compacto. Llego a una gran explanada y, aunque hay una reunión de paraboles, ato la cuerda a una gran encina y vuelvo a bajar hasta el árbol del final del diedro, que también es una encina, para facilitar la comunicación con el compañero, facilitando también la caida de piedras. Trato de no tirar ninguna, pero la cuerda se encarga de tirarlas ella. Sube Fernándo, con las manos heladas y esquivando alguna que otra pedrada.
Ahora estamos en la gran repisa se tierra, rodeada de rocas. La más alta presenta un muro muy vertical, en el que lucen tres paraboles. Se trata del tramo de seis a. No estamos en una pared, es como un pequeño sector de deportiva. Si no se hace, no hay ningún problema en subir por la derecha, haciendo una fácil grimpada.
Fernándo se curra el seis a de marras, a costa de grandes esfuerzos y con mucho descanso y reflexión en cada una de las chapas. Vaya, ahora tengo que subir por ahí, que estásn las cintas puestas. me arrastro por la pequeña paredita, utilizando las cintas como presa, siepre que me quedan al alcance de la mano, es decir, a cero garrulo por un tubo.
Luego sigo andando por una cresta que encuentro estética, con el monasterio allí abajo, hasta el pie de una estrecha arista, por la cual continúa la linea de chapas verdes que venimos siguiendo desde abajo. Parece factible y me muestro dispuesto a meterle, pero Fernándo dice que se encarga él, cosa que resulta beneficiosa para mi persona, ya que es más dificil de lo que parecía, quinto mantenido, que con la roca fría y lo poco fino que estoy (además de lo poco fino que soy)...
Este último largo lo hacemos como si se tratase de una vía deportiva, descolgándonos al llegar al final.

Volvemos a la gran repisa arbolada de debajo del seis a, desaciendo la cresta y la grimpadita, y montamos el rappel en las evidentes anillas. Vaya guarrada de rappel, por una canal vertical, bien poblada de ramajes, tierra y piedras sueltas. Las cuerdas hechas un ovillo atravesado por palos. Llego a dudar que sea por allí, pero sí, parece ser que sí, que por allí era. Por fin, tras mucho enrredo y desenrredo, caigo en una olla y, después, bajo un poco más y llego a la parte superior de una canal, dónde encuentro una cuevecita, muy útil para guarecerme del apedreo que se prevé, condo baje el colega. Menos mal que he podido esconderme, porque cada vez que alguien baja por ahí, cae de todo.
A continuación vamos bajando la canal, en la que encontramos una cuerda fija y, poco después, estamos en el pie de vía. Empieza a llover. El monasterio lo tenemos a tiro de piedra y parece ser que fuera del bosque lleva más rato lloviendo.

Resumiendo, que parecía que iba llover en seguida, pero aguantó lo que necesitábamos, que yo estaba poco acertado, pero llegué hasta arriba... así es que puedo contarlo como éxito y una vía más, hecha.

1 comentario:

Jaumegrimp dijo...

Bona ascensió per un dia gris! el ràpel de baixada es fa millor per unes anelles que hi ha a la vertical per on van els primers llargs, amb dos 60 s'arriba a baix i no càuen pedres.